jueves, 24 de febrero de 2011

Circulo vicioso

Anodina, sosa, deprimente, lamentable, son algunos de los calificativos que se escuchan sobre la actual campaña electoral. Los temas que momentáneamente ocupan la agenda pública surgen del desliz de algún candidato, y son la ocasión para el cruce de calificativos como “coquero”, “loca” o “asesino”, sin argumentos sobre liberalizar el consumo de drogas, la unión de parejas gay o la despenalización del aborto. En los comandos de campaña parecen tener más peso los especialistas en marketing que los políticos que articulen un discurso coherente y capaz de entusiasmar a un electorado apático.

Ahora que ya conocemos las planchas presidenciales y se han conformado las listas de los candidatos a “padres de la patria”, existe la sensación generalizada de que el próximo Congreso será peor que el actual, como este lo es respecto del que lo antecedió. Los filtros rigurosos para la elección no fueron tales, y hasta último momento se produjeron bajas y cambios en el orden de la lista con mayor o menor roche. Las figuras mediáticas acaparan los titulares y los políticos o militantes son desplazados sin mayores miramientos. 

Según la última encuesta de IMASEN, cinco fuerzas políticas pasarían la valla electoral y lograrían escaños, probablemente la sexta sea el APRA. Sin embargo, nada hace pensar que quienes obtengan representación parlamentaria mantengan las alianzas, por lo que no es descabellado pensar que las bancadas se dividan antes de instalarse o al poco tiempo de haber asumido sus escaños, como ya ocurrió con los Congresos electos en el 2001 y 2006. Ese parece el precio a pagar por tener partidos electorales (o “vientres de alquiler”), que una vez cumplido el ciclo electoral simplemente se diluyen.

Esto tendrá al menos dos consecuencias previsibles. Una es la baja calidad del trabajo congresal, leyes “populacheras”, mal cumplimiento de la labor de fiscalización, bajos índices de respaldo a la institución y, algo que ya es costumbre, la concesión de facultades legislativas al Ejecutivo acentuando los rasgos personalistas del régimen político. Por otro lado, congresistas que ocupan una curul como invitados del candidato a presidente de una alianza, o por haber ganado una “licitación”, no se sienten integrantes de ningún colectivo, sino dueños de un escaño ganado por sus méritos y gracias al voto preferencial.

El resultado son partidos que se reducen al líder y su entorno, con una fuerte concentración de poder personal reproduciendo una larga tradición política de nuestro país. No hay mayores diferencias entre las alianzas o partidos políticos que promueven a los actuales candidatos que los que impulsaron en su tiempo a: Cáceres, Piérola, Durand, Sánchez Cerro, Bustamente y Rivero, Prado, Odría, Cornejo Chávez, Belaúnde, Bedoya, Barrantes, y la lista es mucho más larga, la última incorporación a ella bien podría ser Susana Villarán. A la muerte o retiro de la política de los líderes sus agrupaciones políticas desaparecieron o languidecen, a excepción de los que encuentran otra figura carismática que tome la posta como en el caso del PPC y el APRA. Pero que sin ellos como candidatos, corren el riesgo de reducirse a su mínima expresión.

Esto explica porque Toledo termina su mandato presidencial con más del 30% de aprobación y su partido en el 2006 pasa la valla por un puñado de votos. Logró mantener su presencia en la escena retornando esporádicamente al país, mientras que su partido abandona el letargo para iniciar una nueva campaña. Las intenciones de García parecen ir en el mismo sentido, el APRA pasará o no la valla, pero los votos del partido no guardarán relación con la aprobación a la gestión de su líder, que también querrá volver.

Hay un círculo vicioso que nos lleva de líderes personalistas, con partidos que se reducen a él y su entorno, que llenan planchas presidenciales y listas congresales con figuras mediáticas invitadas, independientes que llegan a “renovar la política” (o conocer cómo funciona eso que quieren renovar), que se sienten dueños de su escaño y están prontos a levantar vuelo y “fugarse” con otro candidato que le permita mantenerse.

En algún momento el discurso de la renovación política, entendido como simple recambio de personas, mostrará sus límites y comenzaremos a hablar de la necesidad de profesionalizar la política (1). De alguna manera sus límites están a la vista cuando contrastamos los índices macroeconómicos con la profunda crisis política, o vemos el desinterés de los candidatos por los 250 conflictos sociales monitoreados por la Defensoría del Pueblo a la espera de que alguien haga algo más que estudiarlos e interpretarlos, o cuando observamos los candidatos con mechones de pelo en la mano rumbo a alguna clínica para hacerse un examen toxicológico.

Quizás no estemos tan lejos de un cambio. El APRA y el PPC, reducidos a su mínima expresión, dentro o fuera del Congreso, bien podrían, renovación mediante, ser los portadores de un discurso que revalore la actividad política y busque su profesionalización.

Nota

(1)   Entendida esta como personal formado y capacitado en los temas sociales, jurídicos e incluso técnicos necesarios para desempeñarse en la actividad política.

Publicado NoticiasSER.pe - 09/02/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario