lunes, 28 de marzo de 2011

A 100 años de la huelga de Vitarte


 
Hacia 1911 Vitarte era un pueblo ubicado a diez kilómetros de Lima, cuya vida se agitaba al compás de la Fábrica de Tejidos de Vitarte, propiedad de la compañía norteamericana W.R. Grace. La compañía construyó las viviendas para los operarios, además de colegio, iglesia y botica, por lo que en muchos aspectos Vitarte fue una company town, pero sin que por ello estuviera aislada de las demás fábricas.

Los trabajadores cumplían jornadas de 12 y 14 horas diarias y compraban sus productos de subsistencia en el tambo de la fábrica a precios más caros que en Lima. Un grupo de obreros comenzó a reunirse en forma clandestina fuera del pueblo con la intención de organizarse para plantear a la gerencia un pliego de reclamos en el que pedían aumento de salarios, precios más baratos para los productos de subsistencia y la reducción de la jornada laboral. Presentado el petitorio la gerencia la desestimo sin más trámite, ante lo cual los trabajadores inician la huelga el 18 de marzo de 1911.

La gerencia de la fábrica contrató rompehuelgas en Lima y con el apoyo de la fuerza policial desalojó a los trabajadores de sus viviendas. A la semana de haber iniciado la huelga 350 de trabajadores fueron expulsados, un grupo se traslado a una hacienda vecina donde levanto campamento, mientras que el mayor número de ellos se dirigió a la capital. Los obreros ingresaron a Lima por las portadas de Maravilla, Cocharcas, Cercado y Martinetti, causando gran impresión en la población limeña y preocupación en las autoridades de la ciudad y el entonces presidente Augusto B. Leguía.

Las sociedades mutuales asumían en la época la representación de los trabajadores y eran los interlocutores naturales entre el mundo del trabajo y el poder público. Si bien inicialmente los obreros de Vitarte se dirigen a la Confederación de Artesanos, la representación de los huelguistas es asumida por la Asamblea de Sociedades Unidas, una central de sociedades mutuales menos dependiente del poder político y que condujo las movilizaciones obreras, negociando con las autoridades las demandas de los vitartinos.

La huelga despertó la solidaridad de los obreros de la capital que colaboraron con víveres y dinero para sostener a los huelguistas, alojados en el local de la “Sociedad 16 amigos” ubicada en Plaza Italia. Su presencia en la capital generó preocupación en el gobierno que temía que el descontento se propagara entre los trabajadores de la ciudad, por lo que presionó a la gerencia de la fábrica para alcanzar una solución. Pero las dilatorias y la escasa voluntad de la Grace para llegar a un acuerdo termino por radicalizar a los obreros, que a instancia de los dirigentes mutualistas propusieron ir a la  huelga general el 10 de abril de 1911.

Ese día, desde tempranas horas de la mañana, piquetes de obreros recorrieron las fábricas promoviendo el paro, los comercios cerraron sus puertas por temor a desmanes y grupos de trabajadores entorpecieron la salida del transporte público quitándole las llaves a los chaufferes. Al mediodía, tres columnas que habían partido de diferentes lugares confluían sobre el centro de la ciudad. El paro general fue un éxito y en la madrugada se firmó el acuerdo que puso fin a la huelga.

Los obreros obtuvieron la disminución de la jornada de trabajo, eliminación del trabajo nocturno, aumento de salarios y la municipalidad de Lima se comprometió a poner un tambo para abaratar las subsistencias. Esto daría un fuerte impulso al aún incipiente movimiento obrero. Al mes siguiente se creó en Vitarte la Unificación Obrera Textil de tendencia anarcosindicalista y de gran influencia en los años siguientes.

El próximo 10 de abril, cuando se cumplan cien años de aquel paro general, los peruanos iremos a las urnas poniendo fin a la primera etapa de una campaña electoral en que el problema del trabajo ha estado ausente de la discusión. La flexibilización laboral impuesta en los noventa y que los dos últimos gobiernos han acentuado ha tenido como resultado jornadas laborales que superan ampliamente las 8 horas de trabajo. El salario mínimo real por debajo del promedio de América Latina según estimaciones de la OIT. En los últimos doce años los ingresos de los trabajadores limeños no ha aumentado, pero si el de los ejecutivos que se elevo en 60%[1]. Más de la mitad de la PEA en Lima se encuentra subempleada, es decir en puestos de trabajo de bajos ingresos y condiciones laborales precarias e inseguras. Ni que decir del Estado que emplea a miles de sus trabajadores bajo la modalidad CAS, renovando los contratos por breves períodos para seguir retaceando derechos laborales. 

Poco se había escuchado en la campaña electoral sobre estos problemas hasta que Pablo Secada, jefe del plan de gobierno de PPK, planteo reducir las vacaciones de los trabajadores a 15 días. ¿Habrá olvidado que los derechos laborales tienen como fundamento la dignidad de los trabajadores? El que hubiera sido un buen gerente de la Grace hoy trabaja para otro gringo.


[1] OXFAM. Pobreza, desigualdad y desarrollo en el Perú. Informe Anual 2008-2009.