jueves, 18 de agosto de 2011

La actualidad del pasado

En el discurso político las referencias a figuras o hechos históricos sirven para señalar continuidades o rupturas con el pasado. De esta forma se nutre al discurso de significados y permite a la audiencia situarse en un marco referencial. No hay nada nuevo en ello, la política moderna y contemporánea se hace desde dos perspectivas en tensión. Una es desde la tradición, aunque sea para romper con ella; la otra es la atemporal, la actualidad pura y dura. Respecto de la primera, un buen ejemplo es el mensaje a la nación de Ollanta Humala el 28 de julio pasado, de la segunda, son ilustrativos los discursos de García, Toledo y Fujimori cuando en su momento se colocaron el fajín presidencial.

Humala llega al gobierno con la promesa del cambio y por ende de ruptura con el pasado reciente, esos fueron y son su sello distintivo frente a los demás candidatos de la última elección. Fruto de un convencimiento sincero o la necesidad de afirmarse en una coalición variopinta de grupos políticos que contribuyeron a su llegada al gobierno, traza una línea de continuidad con lo mejor de nuestro pasado político. En su discurso de asunción ha querido presentarse como heredero de la mejor tradición política del país. En este sentido es sugestiva la idea que esboza al definir la patria como “nuestra historia común, el espacio donde todos los peruanos y peruanas queremos vivir en paz y en democracia”; y que bien podemos asociar con el legado de pensadores tan distintos como los que menciona: Belaúnde, Haya de la Torre y Mariátegui. El rescate de la tradición política se hace sin hacer suya ninguna herencia particular, sino como afirmación de nuestra diversidad e identidad múltiple, a partir de la revalorización de ese legado es que propone superar las fracturas históricas del Perú.

A diferencia de sus predecesores, evito las críticas al mandatario saliente, aunque la mención al discurso que un siglo atrás diera Víctor Andrés Belaunde en la Universidad San Marcos, titulado La Crisis Presente, es también una sutil alusión al estado en que recibe al país. Si bien es casi una referencia al pasar, tal vez un guiño al lector atento, quienes se tomen el trabajo de revisitar aquel discurso, no podrán menos que sorprenderse de su actualidad. En él, Belaunde critica sin ambages a la clase dirigente por su crisis moral y arremete contra lo que llama el absolutismo presidencial comparando a éste con un virrey, tampoco se salvan los ministros a quienes ve como meros secretarios por la intervención del presidente en todos los asuntos y negocios, lamenta  la lucha intestina o la anarquía de los partidos, la ineficacia del parlamento en su función fiscalizadora y legisladora, así como la burocracia inepta y corrupta. Tampoco se salva la clase media, que por su falta de independencia económica busca refugio en las profesiones liberales y se arroja al campo azaroso de la política y la burocracia. Cualquier semejanza con nuestra realidad, corre por cuenta del lector.

El resto del mensaje de Humala discurrió por los carriles habituales en estos menesteres, sin que hubiera mayores sorpresas. Las críticas de sus detractores -además de las polémicas referencias a la constitución del 79 y las consecuencias parlamentarias posteriores del exabrupto fujimorista-, estuvieron centradas en la falta de precisión sobre las metas del gobierno, o para ser más claro, porque en el mensaje no abrumo con metas, plazos y cifras. Esto parece haber descolocado a parte de la audiencia, probablemente porque hace tiempo que la política en el Perú fue ganada por el arte y la ciencia de la gerencia, y consecuentemente, el desempeño de la autoridad se mide en cemento, asfalto u otra medida similar. 

La otra perspectiva del discurso político, la atemporal, se impuso en los noventa. Al dar un vistazo a los discursos de asunción de García, Toledo y Fujimori, uno teme perderse en un fárrago de números y citas autorreferenciales, donde el pasado casi no existe sino para ser defenestrado y para que cada cual tome distancia de su predecesor. No hay continuidad histórica, el presente en el que hablaron es como un eslabón perdido en el tiempo, como un episodio sin conexiones temporales.

No deja de ser paradójico que quien encarna la ruptura busque en el pasado los referentes históricos. Después de todo, la historia es como un gran cajón de sastre donde uno va y recoge los retazos más útiles a sus propósitos. Las posibilidades de manipulación del pasado son tan diversas como actores y coyunturas, más aún si se le quita el componente peyorativo a la expresión. El éxito de la operación dependerá de la habilidad de quien formula el mensaje y la capacidad crítica del auditorio.  Por eso tan importante como las tradiciones políticas que Humala rescata son también las que deja fuera. Si  su discurso puede ser leído como una invitación al trabajo común y la conciliación, al rescate de aquello que nos une, la presencia del fujimorismo  en la escena política nacional parece la de un convidado de piedra.

Publicado en NoticiasSER.pe - 18/08/2011