El día de las elecciones el presidente García se mostró afable ante la prensa, y sin mucho disimulo declaró su apoyo a una de las candidatas al municipio de Lima. De paso aconsejó a la audiencia esperar los resultados finales y no dejarnos fiar por los resultados a boca de urna, consejo útil teniendo en cuenta como llegó a la segunda vuelta en la elección del 2006.
En la semana siguiente y con la confirmación del magro resultado obtenido por su partido, a lo que se sumaba una nueva derrota en Trujillo y el traspié de su favorita en Lima tal vez el buen talante le cambió. Quizás esto explique su irritabilidad y pocas pulgas el día que visitó el Hospital Rebagliati y un joven lo agrediera verbalmente. García, a pesar de estar rodeado de su seguridad, respondió propinándole una cachetada. La noticia no demoró en llegar a la prensa, a pesar que se hizo lo posible por ocultar la noticia primero, y luego tergiversar los hechos, con el único resultado de hacer menos creíble la versión oficial.
Para complicar un poquito más las cosas apareció un defensor de la dignidad presidencial que asumió las culpas, y García avaló lo que parece una mentira, señalando que el no era “acuseto”. Todo un enredo que comenzó a tener un cariz diferente cuando súbitamente dos programas televisivos cancelan su salida al aire, El Francotirador de Jaime Bayly en Canal 2 y el programa de Canal 5 Enemigos públicos. No salieron al aire por decisión de los propietarios de los medios, quienes advirtieron, seguramente con razones fundadas, que emitir reportajes sobre la cachetada presidencial iba a entorpecer sus relaciones con el poder.
Lo cierto es que el presidente anda de malas. Hace un mes atrás debió dar marcha atrás con el Decreto 1097 que pretendía beneficiar al Grupo Colina y otros militares acusados de violaciones a los derechos humanos, ante la carta renuncia de Vargas Llosa al Museo de la Memoria. Luego vinieron los malos resultados electorales, que demostraron que no era tan cierto aquello que había afirmado tiempo atrás, respecto de que si bien el no podía hacer ganar a un candidato, si podía hacer que no ganara quien él no quisiera. Tal vez este perdiendo las habilidades que todos le reconocemos, ese olfato de viejo sabueso de la política, capaz de intuir el sentir popular y hacer el gesto oportuno para ganar el aplauso. A veces cuesta entender ciertas conductas humanas. Pero en el caso de García, tengo la sensación de que ante una metida de pata (o mano) tiende a escaparse hacia delante. Generando nuevos hechos, introduciendo temas en la agenda pública y distrayendo nuestra atención. Sino, ¿como explicar la decisión de declarar la imagen del Señor de los Milagros como Patrono del Perú?
En Palacio, frente a la imagen venerada y una multitud reunida al pie del balcón, García firma la ley aprobada por el Congreso. Nos preguntamos si García recuerda que, según reza la Constitución, él personifica a la Nación y es el Jefe del Estado, de un Estado que no es confesional precisamente. A santo de que entonces hacer aprobar una ley, que no tiene mayor sentido que congraciarse con la tribuna. Seguramente por la misma razón que la aprobó el Congreso, buscando el aplauso fácil, aunque habría que ver que tan efectivos son estos fuegos de artificio o simple distracción.
Declarar “Patrono de la Espiritualidad Católica del Perú”, parece una intromisión indebida del Estado en temas que no le compete, al menos desde que existe la separación entre Estado e Iglesia. “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”
Es cierto que García ya no comulga con el Haya de la Torre de los tiempos originarios del APRA, prefiere en todo caso versiones posteriores. Aún así no creemos que se haya olvidado que en mayo de 1923 el joven Haya se levantó contra la consagración del Perú al Corazón de Jesús, denunciando la utilización política que de ese acto hacía el presidente Leguía. Para el fundador del aprismo con ese gesto se estaba cercenando la libertad de pensamiento. Encabezó una multitudinaria manifestación de rechazo que fue reprimida por la policía y cuyas consecuencias fueron la muerte de un obrero y un estudiante. En lo personal, para Haya significó la clandestinidad primero, ser enviado preso a San Lorenzo después y finalmente el exilio.
García, con más suerte que Leguía, se vale del sentimiento católico del pueblo peruano para ganar unos puntitos, para ello le sirve de comparsa el Congreso siempre deseoso de congraciarse con la opinión pública. La dignidad presidencial que García defiende, a cachetazo limpio, también se mancha con gestos populacheros e inocuos.
Publicado 20/10/2010 - NoticiasSER.pe
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